lunes, 17 de junio de 2013

Puertas que se cierran...

- Hueles a ese instante que no olvido - me verso hoy tan temprano, creo que las cosas podrían ser mejores si tan solo me animara a hacerlas distintas, pero, no es así de fácil como se escribe (o suena) requiere aceptar lo inaceptable, superar lo insuperable, permitir lo no permisible y así hasta llegar al punto en que simplemente no debe ser.

Las personas nos complicamos tanto la existencia al creer que todo es imposible, improbable o inalcanzable, aunque todo esté en nuestra contra, todo es posible, intentamos siempre hacer lo que "podemos" o lo que la gente puede ver sin detenerse, lo que otros pueden dejar pasar y vivimos nuestra existencia en base a creencias y opiniones ajenas restando lo que es realmente importante, "Vivir".

Por mi parte he sido de esas personas que aunque las cosas ya han pasado y he sufrido y llorado hasta sangrar por dentro (hipotéticamente), nunca cierro una puerta a menos que se cierre por sí misma en cuyo caso jamás la vuelvo a abrir.

Resulta una banalidad luchar por luchar, por un sinsentido que no prosperaría en simples cenizas yertas en la hoguera de un futuro prometedor. - Déjalo ir -, te dirán una y mil veces cuando tengas los ojos cerrados y los brazos aferrados al mástil de un barco que está sumergido por completo y aún así, a pesar de quién y qué te digan, seguirás tratando de mantenerlo a flote pero mientras tus ojos sigan cegados por la amargura de un nuevo comienzo, jamás notarás el agua que te asfixia.

Quizás sea la misma cobardía la que te impida pararte con mejor perspectiva de tu vida a cada amanecer, también la falta de una ilusión aunque fuera mínima pero que sea el inicio de tu partida hacia un nuevo horizonte que tampoco es prometedor, pero que puede ser el puntal que te saque del agobio. Y dedicas el tiempo en releer a Neruda buscando un falso aliciente para tus pesadillas que huelen a libertad, pierdes días contando horas para volver a fingir que el tiempo se detuvo hace años mientras escribes en hojas secas del árbol de tu desolación ¡cuánto amor tienes para dar!. Eres esa sombra que camina detrás del bullicio diario del gentío en la plaza, ese que se quedó sentado esperando un final feliz en el cine de una cinta trágica que se asemeja a tu existencia hilarante.

No necesitas más que uno de tus brazos para azotar con fuerza esa puerta y dejar partir un trozo de tu alma en ese viaje sin fin, ese labio tuyo para esbozar el fantasma de la sonrisa que te cuesta mostrar pero que vive en ti, un poco de ese amor necio para tí y para nadie más. Y sólo entonces, podrás ver qué hay delante de la caravana.


Para jamás mirar atrás, necesitarás caminar más.


Con mi cariño... Wiana Gara.

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